En el contexto del Bicentenario se realizó la Marcha de los Pueblos Indígenas que, desde diferentes puntos del país, avanzó hacia Plaza de Mayo y entregó sus demandas a la presidenta de la Nación, Cristina Fernández. En el marco de esta convocatoria se concretó la articulación entre organizaciones territoriales indígenas -como la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita Calchaquí, Qullamarka y la Confederación Mapuce de Neuquén- y un movimiento social en crecimiento, la Organización Barrial Tupac Amaru, que encabeza Milagro Sala. Si bien existen antecedentes de confluencias en el mismo sentido, la proyección nacional de la movilización y la carga simbólica de la fecha, le dieron a esta una particular relevancia. Para internarnos en los debates y perspectivas abiertas por esta confluencia conversamos con Mario Quinteros, integrante de la Comunidad India de Amaicha del Valle, y activo militante de la Unión Diaguita -presente en las provincias norteñas de Tucumán, Salta, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja.
-En un escenario donde persisten los desencuentros y desconfianzas entre organizaciones indígenas y no indígenas, ¿qué desafíos planteó esta movilización?
Sin duda es toda una situación abierta. Tiene que ver con un planteo que hace mucho tiempo que no se lo está haciendo -no quiere decir que en los años ‘60 o ‘70 no se lo haya hecho- y que abre la perspectiva hacia el interior del movimiento indígena: empezar a discutir la cuestión política y la cuestión de poder en alianza con otros sectores excluidos, dominados o en resistencia dentro de la sociedad argentina.